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-94- Encontrábase el Santo recogido en su amada capilla de Nuestra. Señora de los Angeles, entregado a piadosas meditaciones, en las cuales suplicaba al Señor le mani– festase su divina voluntad. Dios no tardó en manifestár– sela, lo cual se efectuó de la siguien,te manera: El cape– llán de San Damián, por erncargo del siervo de Dios~ celehrn:b:a la Misa el día del apóstol San Ma,tías en la capilla de Nuestra Señora de los Angeles, la CU?-1, con extraordinaria devoción, oía San Francisco. La lectura del Evangelio fué para él la voz de Dios, que le trazaba la norma de vida que debía observar. No llevéis oro ni plata, ni moneda alguna en vuestra bolsa, ni saco, ni dos túnicas, ni sandalias, ni báculo." (Mat., X.) Con:eluída la Misa, sup!i,có a'1 sacerdote le explicase el sentido de aquellas palabras, que él comprendió muy bien e imprimió profundamente en su corazón. Hallando en este Evangelio, con la e~plicación que le hizo el sacerdote, la idea de la pobreza que amaba, exclamó,. lleno de singular y ,celesfüt•I alegría: "Esto es lo que yo busco; he aquí lo que yo deseo con fodo mi corazón." Al purnto dejó el báculo, arrojó la bolsa de'1 dinero, se quitó !las sandalias, se ató a la cintura una cuerda, y no pensó ya más que en practicar lo que había oído, y en conformarse con esta regla apostólica ( 1) . 89. Instruye ,el Santo a sus discípulos en la santa pobireza. El bienaventurado Padre, para alimentar a sus hijos,. pedía 'limosna no pocas veces; pero habiendo adv,ertido, que algunos de sus discípulos se !lienaban de rubor al mendigar, y como él, por la debHidad de su cuerpo, no podía atender a la subsistencia de todos ellos, les ins~ truyó en el modo de ,pedir la limosna por amor de Dios, lo cual hizo con e'l siguiente discurso: "Mis estimados (l) Celano: Vida Primer,a, cap. IX, núm. 21.-San Buenaventura:· L;yenda, cap. III, nún1. 1; Leyenda de los Tres Cor.: 1 pañeros, cap. VIIrr, numero 25 ,

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