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CAPITULO IX San Francisco y su amor a los leprosos 60. Besa el Santo a un leproso. Eran los primeros días de la ,conversión de San Fran– cisco. Su alma aun fluctuaba entr,e' las afidones profa– nas y el amor a la pi:edaid. Paseábase por la llanura de Asís, cuando, lleno de horror, vió que se ·aproxima.iba un leproso. Pensó espolear su caballo para huir de vista tan repugnante; pero, acordándose que }:labía resuelto caminar por la senda de la perfección y que para ser so'ldado de Cristo era necesario comenzar por vencerse a sí mismo, echó pie a tierra, y aicercáindose al leproso, le abrazó y le besó con inefable ternura. Y como el le– proso ailargase la mano en ademán del que se dispone a recibir una limosna, Francisco, juntamente con el ósculo amoroso, le entregó cuanto dinero llevaba con– sigo. Luego montó de nuevo a caballo y observó con sorpresa, que el leproso había desaparecido, pues no se le vió por toda la campiña. .Admirado por la desapari– ción del pobre e inundado su corazón del más puro gozo, ,comenzó a cantar divinas afabanzas, con el pro– pósito de ser más perfecto cada día. No cabe duda que este leproso fué Jesucristo o un án-, gel del cie,lo en forma humana, con cuya aparición había de quedar renovado el corazón de San Francisco ( 1). 61. El Santo visita a los hospitales y cura a los le– prosos. Si bien los leprosos 1 en la Edad Media eran objeto de especia 1 ! cuidado - pues la piedad cristiana había fun– dado mUiltitud de leproserías, y la Iglesia algunas con- (l) San Buenaventura: Leyenda, cap. I.

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