BCCCAP00000000000000000000594

CAPiTULO VI • San Francisco y su celo por la. gloria de Dios 36. Generosidad del Santo en favor de la basílica de San P,edro. Habiendo ido a Roma a postrarse ant,e el sepUilcro del Príncipe de !los Apóstoles y pedirle la gracia de po– der prnci:icar vida apostólica, después de haber orado en a:que'1 san,to lugar, observó que, con ser muchos los periegr-inos que acudían, eran muy pocos los que deja– ban Hmosna. Por lo cual, movido de santo celo, excla– mó: "¿Tan resfrJada está ya la caridad? ¿Cómo es po– sible que los hombres no ofr,ezcan cuanto tienen, y aun a sí mismos, en este lugar donde reposan las preciosas. cenizas del Príncipe de los Apóstol,es? ¿Cómo no se em– peñan en hermosear, con toda la magnificencia posible esta piedra sobre la wal fundó J,esucristo su Iglesia?"' En seguida entregó una cantidad cons,iderable para que se gastase en hermosear el templo ( 1). 37. Le encarga: Jesucristo que repare su iglesia. Desde que el Santo habíia comenzado a crucificar s,u alma - dice un autor moderno-, era la crucifixión tema favorito de sus pensamientos. Amante d:el netiro . y de la soledad, entró un día en la vetusta igil:ésia de San Damián, en Ias afueras de Asís~ cuyo principal ornamento era un gran crucifijo bizanti– no, colocado sobre er alfar mayor. Ante esa imagen gus– taba orar el Santo. Una tradkión dilig,ente nos recuer– da la oración que el Santo dhigió en esta ocasión. "¡Gran Dios, lleno de gloria! ¡Jesucristo, mi Señor!, os suplico me il1Uminéis y <les.tenréis las tinieblas de mi es- (1) Leyenda de los Tres Compañeros, cap. HI, ·núm. 10-Celano: Vi– da Segunda, núm. 8.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz