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CAPíTULO IV San Francisco y su devoción a María Santísima, a los ángeles y a los sa;itos 22. Filial Confianza de San Frandsco en la Maqre de Dios. ' El a:cendrado amor que San Francisco profesaba a Jesucristo, producía en el alma del siervo de Dios tal incendio de amor divino, que, como .Un carbón encen– dido, le abrasaba y le consumía. Después de Jesucristo, era objeto de su acendrado amor, la Santísima Virgen, porque, por ministerio de ella, Jesús. se había hecho nuestro hermano. Así es que, después de Jesucristo, te– nía puesta su iilimitada confianza en la Madre de Dios, · a quien había constituído abogada, madre y protectora de su persona y de todos fos reliigiosos. de su Orden. En obsequio de la Santísima Virgen, todos los años se pre– paraba con un austerísimo ayuno para celebrar fa festi– vidad de la Asunción, el cual comenzaba en la fiesta de los apóstoles. San P0dro y San Pablo. A través de los tiempos, se presenta como monumento de su devoción a la Reina de rlos cielos, la Basílica de la Porciúncula. Esta iglesia, dedicada a la madre de Dios, fué la escogida por el Santo para orar y consultar a'! delo lo referente a su. Orden. Esta iglesia era como el nido de sus amores, porque en ella comenzó su con– versión; a:llí lloró sus faltas, allí adelantó en la virtud, allí c.onsumó las vías de la cristiana perfección, y allí quiso entregar su alma a Dios. Esta ig].esia fué el objeto máis amado de Francisco entre todas' las cosas de la tierra, porque· allí se estableció con. los suyos para aco– meter la gran reforma del mundo, allí echó los cimientos

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