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- 2 49- toníó ,el manto, quedando muy contento. Rescatados de la muerte los corderillos, meditaba el ,Santo qué haría con ellois, y consultado eil caso con el compañero de via– je, se lo~ devolvió a aquel hombre para que los cui– dara, con la estricta oblligación de ,que nunca había de venderlos ni .haicerles 111ingún daño, sino conservarlos, alimentarfos y atenderlos con esmero. ( 1). 265. Maildice el Santo a un cerdo que mató a uri cbirderiUo. Estando el Santo hospedaido en el monasterio de San Verecundoi, cierta noche una oveja parió un corderillo. Gruñía por allá una ,eerda de instinto feroz y crue'1, la que no perde,nó la vida del inocente corderillo, ma-tán– ddle de un feroz mordisco. Por la mañana, a1I Ievan– tarne fos moradores, encontraron al corderito muerto, reco1101oie:ndo al instante ser la cerda el reo de aquel maleficio. Oído esto el Santo, movióse a mayor temeza, y teniendo en la memoria al otro celestial cordero, lar merntaha en presencia de todos 'la muerte de!! corderillo que tenía a su vista, con estas palabras: "¡Ay de mí, hermano corderillo, animal inocente, que eres para los hombres imagen de la mansedumbre de Cristo! ¡ Ma,lidi– ta ,sea la impía que te causó la muerte; que, ningún hombre ni bestia se alimente de tus carnes!" Aíl mo– mento ..enfermó la cerda, y después de haber sufrido por espacio de .tres día:S grandes do!Jores, pagó ail fin con la muerte la hazaña cruel. Arrojada fuera de fa cerca del monasrterio, aillí estuvo ;por mucho tiempo, seca como. una tabla, de modo que para ningún hambriento sirvió de comida (2). (1) Celano: Vida Primera, cap.. XXVHI, núm. 79. (2) San Buenaventura: Leyenda, cap. VIII, m:'tm 6.
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