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- 247- res .Je regalaron un conejo que habían cogido, eiJ cual, aunrque huía de ,todos, se entregó con gran confianza en manos y en ell seno del aimoroso San Francis,co. Cierto día, habiendo subido el Santo a una barquilla en e:J lago de Rieti, c01gió el barquero un pez de gran– des dimensio'nes, :llamado vulgarmente tenca, y con 1pia– closo afocto se lo rega:ló al Santo. Este lo redbió con aigrado, ilo acarició, llarmóle con el nombre acostumbra– do de hermano, y colocándolo desipués en el agua, con sincero entusiasmo comenzó a ailabar el santo nombre de Dios. Por largo ra:to, mientras e1l Santo benrdecfa al Señor, el pez, jugando junto a la nave, no se' aile-' jaba de,! lugar donde le había 1colo1cado, hasta que, ha– biendo termina:do el Santo su orareión, le dió per:iniso para aJlej arse ( 1). 263. Manda sacar una oveja de entre. las cabras y ma,chos cabríos. Después de haber predi.cado en la Marca de Ancona, dirigíasie el! Santo, hacia Auximio, acompañado de Fra~ Pablo, a quie11 había 1conS"tituído ministro de todos sus r,eHgiosos; en aquella provincia, y acertando a pasar por junrto a una pradera, vi6 a un ,pastor que aiparcen– taba, un 11ebaño de cwbras y de machos cabrios. Entre la multitud dé cabras vió a una oveja que pa:cía quie'ta y tranquilamente. Al verla el bienaventurado Padre, de– túvo,se en eil camino, y con doloroso a,oento y sin poder repr,imir los sollozos, dijo al! religioso que le a1compa– ñaba: "¿No ves aquella ovejuela que tain mansamente está ,entre los machos cabríos y las cabras? Así, manso y humirlde, sin duda andaba Jesucris1to entre Jos fari– seos y príncipes rde los saoerdotes. Pfdote, pues, que por amor de Dios, hijo mío, me wcompañes en la com– pasión hada esa po1brecilla ovejuela, y que, ,pagando lo que s,ea, la saque1i10s de entre estos machos y cabras. (1) San Buenaventura: Leyenda, cap. VIII, núm. 8.-Celano: Vida Primera, cap. XXI, nítm 60

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