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-246- Habiendo llegado el Santo ail pueblo de A1biano para predicar la pailabra de Dios, subióse a un punto más eilevardo donde pudiera ser visto de todos, y solicitó su silendo. Callaron y quedaron quedos c.uantos allí ha– bía; sólo unas go!Iondrinas, que anidaban en los con– tornos, movían estrepitosa aligarabfa con sus atiplado,s trinos. Considerando eil Santo era imposihle que se oyera su predicación, dirigióse a las inquietas avecillas y les dijo: "Oolondrina,s, hermanitas mías, tiempo ha que es– táis ,char:1anido; hora es ya de ,que yo hable, escuchad la pailabra de Dios, guardad silencio y estaos quietas hasta tanto que yo, acabe". Entonces las avedllas, con admiración de todos los asistentes, callaron at instante, y no se movieron de su lugar hasta que hubo terminado el sermón. A11 v,er semejante prodigio, aquellos oyentes, poseídos de profunda veneración, exclamaron: "En ver– dad que es,te hombre es santo y amigo de Dios". Y con humilde res,peto se acercaban al Santo para tocar si– quiera sus vestiduras, allabando y bendiciendo al Se– ñor (1 ). 262. Compasión de San Francisco hacia una liebre, un conejo y un ¡pez. Hallándose· el Santo en Gredo, le ofreicieron un cre– brntillo vivo aún, cazado con un 1lazo. A su vista con– movióse e1 Santo entrañablemente, y le dijo: "Lebra– Nllo, hermano, ven aicá: ¿Por ,qué te has dejado enrga– ñar de esta suerte?" Y una vez soltado por el que lo tenía, didgióse a/1 Santo; y sin que nadie lo guias,e, re– fugióse en su fa 1 lda como. en lugar seguro. Descansó allí ,br,eve rato, y el Santo, acariciándolle con paternal ternura, le cleSJpidió ,para que con tocia libertad se vol– viese a~ bo,sque. Mas cuantas veces lo colocaba en tie– rra, otras tantas vo~:vía a la falda del Santo, hasta que lo hizo ilevar a1 bosque, que haibía no 1ejos de allí. Estando en la isla del lago de Perusa, unos cazaido- (1) Celano: Vida Primera, cap. XXI, núm. 59.

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