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-240- mi cuidado". Dióselas el joven e inmediatamente se las puso en el seno. Habilólas como si fuesen caipaces de razón, prometiéndO!la,s preparariles sus nidos donde po– drían 1crecer y multi:plkarse, según ,la disposición del Criador. Habiéndolas llevado así has,ta el convento de Ravadano, situado junto a los muros de Sena, fijó delante de la puerta su báculo, ·que a;l siguiente día se había convertido en una grande encina. Dejó subir a elia las tórtolas, las mandó que hidesen allí ,sus nidos como lo hideron por espado de muchos años, y esta– ban tan domesticadas •con los religiosos que iban a pi- car J.a comida en su mano ( 1). , 253. Propone el ejemplo de la cogujada para qtie demos gradas a Dios. El amor divino con que ardía el corazón del! Santo le hacía amable toldo lo que poda inducirle a amar y ser– vir ail Señor. Por esto amaiba a los pájaros, cuyo canto parece advierte a los hombres que publliquen fas glo– rias del! Criador, y los cuales, según palabras de Jesu– cristo, no siembran... y el Padre celestia11 cuida de ellos. Considerando, pues, que la cogujada, luego que ha to– mado el grano de tierra para comer, se eleva en el aire y canta, "ved -- decía lleno de a,Iegría -, ved un ejem– plo que nos enseña a dar gracias aíl Padre común que nos da que comer; a no hacetilo sino a gforia suya, a des1pteciar Ia tierra y a levantarnos al cielo, donde debe estar nuestra •conversación". Era más aficionado a es– tos pajarillos que a todos los otros; porque dábanle oca– sión de devotos y santos pensam1entos (2). 254. La piadosa ov.eja. Hallándose San Francisco en Santa María de los An– geles, Je ofrecieron una oviejita, la que aceptó con mu– oho gusto, movido por el amor de ila inocencia y sen– cillez que este animail r,epresenta. Como si fuera capaz (1) Florecillas, Primera parte, cap. XXII. (2) Chalipe: Vida de San Francisco, lib. V, cap. XXVII.
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