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- 236- miento todo lo que puede instruir y mover a tos oyen– tes, un hombre de esta naturnleza, ¿no será un elocuen– te predicador? Pues tal· es San Francisco. En efec– to, una virtud divina suplía iJa hermosura del discurso. L,e asistía de continuo la unción del Espíritu Santo, que es fa virtud de la sabiduría de\l Padre, quien le sugería pensamientos y pa1labras con abundancia para predicar una doctrina sana; así es que sus discursos carecían de los adornos de la elocuencia humana; abundaba, por el contrario, la ins,piráción dMna. San Buena:Ventura dice: "que primero procuraba practicar en sí mismo lo que intentaba p-ersuadir a los demás con la pa!labra, y que predica:ba la verdad con santa intr,epidez, s,in temor de que nadie pudiera reprendede. No sabía disimular las oul;pas de a 1 lgunos grandes pecadores ni tolerar su vida criminal, antes bien los amonestaba caritati'Varnente, y si esto no era sufioiente, 1Jos innepaba con gran severi– dad. Con igual libertad ,predicaba a los grandes que a los pequeños y ·Con igual santa alegría ya fueran mu– chos ya fueran pocos los oyentes. Así que personas de toda edad, sexo y condición S·e apresuraban a ver y oír al hombre extraordinario, enviado pwvidencialmente al mundo". Fina'lmente, arrebataba de taa modo a los oyentes, que ha:biendo predicado un día en Cortona y queriendo ir ail conv,ento de Celle, halló ipuesfas guardias a la puer– ta de fa ciudad, que le impidieron fa salida. Después de haber predicado tres días, no pudo obtener libertad de saHr, si no con muchas instancias y con la promesa que les hizo de deja1· en su 11ugai- Fray Gil, cuya santi– dad libraría a Cortona de nmchos maiies ( 1). 249. San Francisco, predioador celestial. San Buenaventura, al hablar de la predicación de San Frarncisco, dice: "que su palabra viva y eficaz era como un fuego ardiente que penetraba hasta el fondo (1) San Buenaventura: Leyenda, cap. XII, núm. 8.

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