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CAPITULO XXVII San Francisco y el don de milagros 229. La miga de pan mojado con aceite de la lám– para. Morko, .religioso Cmcifero, reducido a 1a última en– fermedad en el hospital de San Sailvador, e.n Asís, y desahuciado de los médicos, se hizo encomendar a las oradones del Santo, el cuall hizo oración con mucho gusto ,por él, y habiendo mojado, desipués una miga de pan en el aceite de l!a ,lámpara que ande delainte del .a'ltar de San,t,a María de los Angeles, se la envió con dos re– Hgiosos, a los cua'1es dijo: "L'levad este remedio a nues– tro hermano Morico. La virtud de Jesucristo no só:Jo le restituirá· ,Ia saf1iud perfecta, sino que también le hará llegar a ser generoso ,soldado, que estará en nuestra mi– Hc.ia y permanecerá el! ella hasta ,Ia muerte". Apenas to– mó el remedio, se halló sano, e inmediatamente abrazó e1 insfüuto de su carita:tivo médko ( 1). 230. El bocado 1 de pan prodigioso. Su,po eil Santo que en el convento de Monte Casar había un religioso atormentado por tan grave y extra– ña enfermedad, que, a juicio de muchos, más parecía efecto de posesión diabólica que dolencia natural. Fre– cuentemente ca_ía de cabeza ,en el suelo y se revolcaba echa;ndo espumarajos por la boca, y los miembros de su cuerpo aparecían unas veces contraídos y otras di– la.fados con violencia, ora deformemente doiblados, ora reto1,ci,do,s, y por último rígidos y duros como una· pie– dra. Compadecido el Santo ail ver a este infe1fa, vícti– ma de tan grave enfermedad, lleno de misericordia hacia (1) Chalipe: lib. I, cap. XXI.

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