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- 220- tan admirable dignadón y amor de Cristo hacia su siervo. Es notorio que mientras vivió el Santo. hubo f,elicidad y a!burndancia de toda suerte de bienes; mas apenas des– apareció e1 Santo, trastornóse por completo el orden y cambiaron de aspecto las cosas, porque se suscitaron por doquier luchas y riñas y la: calamidad de mucha,s muertes que a no tardar trastornó muchos reinos. Ham– bre crnei se extendió por todas partes, y su atrocidad, que fué mayor que todas las privaciones imaginables, produjo no pocas ví1otimas. Los panes se amasaban con cáscaras de frutas y cortezas de ár1botes, y en tanto extremo armció el hambre, que ni siquiera la ternura paternail se condolía, según confesión de un testigo, de la muer,te de su propio hijo, que a tanto mal estaba su– jeto. Mas para qu.e se supiera quién era el siervo de Dios por cuyo amor la \nenganza divina suspendía el castigo, el mismo bienaventurado Padre San Francisco, pasados algunos días desipués de su muerte, 'Lo mani– festó claramente a un religioso, a quien en vida había dado cuenta de fa ca!lamidad, que él era aquel s 1 e1widor de Dios" (1). 228. Anuncia que un niño sería Papa y favorece– dor de su Or,den,. Mateo Rubeis, de ,Ja ilustre casa de Orsini, se ,pre– sentó un día al seráfico Padre con un niño pequeñito para que lo bendij,era. Tomó, pues, en sus brazos al niño, lo bendijo y ·predijo al paidr,e que aquel niño daría mucha gloria a su ca,sa y que sería Sumo Pontífice. Y después, dirigiéndose al niño, como si tuviera uso de razón, le rogó seriamente y de un modo muy a.feotuoso, que se dignase favorecer su Orden. Después, entregán– doseiJo a su padre, añadió: "No s,erá religioso de nues– tra Orden, pero será su protector; no será numerado entre fos hijos, pero será reconocido por pa1dre, y los (1) Celano: Vida Segunda, Segunda parte, cap. I, núm. 52.
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