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CAPITULO XXV S:1,1 Francisco y la conversión de los pecadores 209. Convierte a una mora que le tienta contra la pureza. Hallándose el Santo en el país de los sarracenos para convertir a los infieles a la fe de Cristó, y en la. comar– ca: que él escogió ,par.a prediicar, una noche se hos¡pedó en una posaida para descansar. Allí había una mora 'be– llísima y encantadora, heruno.sísima en su cuerpo y feí– sima en su a/lima, la cual le provocó a cometer actos des– honestos. Entonces e,I Santo.,le dijo: "Si quieres que te dé gusto, debes tú también ,consentir lo que yo quiero". "Concedido", dijo ella. Entonces dijo el Santo: "Va- .mos". Y entrando en una habitación donde había un gran brasero, después de haber extendido los ca11bones por el suelo, quitóse el hábito, y, acostánidOse sobre ellos, dijo a la mora: "Ve aquí el !lugar que me conviene: he elégido este fuego para Hbrarme de otros. Si ellos te abrasctn no hay a:gua más proipia para apctgarlos que esta". Dios impidió mi'lagroswmente que el Santo se abrnsara; y e.Jlct, espantadct ante el milagro y movida de la divina grada, se ctrrodilló, :le pidió perdón de su pecado y se retiró compungida..Eil Santo ,la instruyó en la fe, y ella se hizo cristiana, y fué tan cas 1 ta y. fervo– rosa,, que,. ,c,01110 otra Samarirtana, procuró ,la conversión de otras mujeres de mala vida ( 1). 21 O. Conversión del Sultán de Babilonia. Viendo el Santo eil poco fruto que é1 y sus compañe– ros lograban entre los sarracenos, determinó regresar a la tierra de cris,tianos; y como el Sultán los recibió muy (1) Florecillas: Primera parte, cap. XXIV.

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