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- 204 - aigún tiempo en su pafacio de Roma, condescendió hu– miJdemenite e,! Santo, movido por el amor y respeto que profesaba a tan aMo prírncipe de la Iglesia; mas he aquí que en la primera noche de su estancia en el palacio, cuando después de la oradón quiso entregarse a1I pre-. ciso descanso, vinieron rabiosamente los demonios con– tra el sülldado de Cristo, y habiéndo1'e azotaido dura y despfadadamente, le dejaron por último casi exánime y medio muerto. Huídos ya Uos malignos espíritus, llamó el Señor a su compañero, a quien refirió aq,uel suceso, añadiendo a continuación estas pai!a'bras: "Paréceme, hermano, que el haberme maltrata.ido tan ferozmente en esta ocasión ,los demonios, los •cuales nada pueden sino cuanto 1a Providencia les permite, es indicio que no dice bien mi permanenida en la mansión de fos grandes. Porque si mis religiosos, que habitan en casas muy po– bres, oyen que estoy en los palados de 1 los cardenales, quizás lleguen a sos:pechar que me ocupo demasiado de las cosas mundanas, que me dejo arrastrar en pos de honores, o que abundo aquí en rega:los y delicias. Por lo cual juzgo cosa mejor que quien está puesito ,como yo para ejemplo de los demás habiite humildemente en– tre hu1111Uides y en lugares tamlbién humildes, para hacer fuer.tes de este modo a los que sufren penuria, padecien– do eón ellos iguales privaciones". Con esto Hegó fa ma– ñana siguiente, y el Santo, pretexta-ndo respetuosamente una excu-sa razonable, abandonó con su compañero el palacio del Cardenal. De aquí se colige cuánta atención deben poner las personas consfüuídas en dignidad en río ha,cer cosas que, aunque no sean malas en sí ni desaprobadas en una persona particu'lar, serán causa de es-cándailo en un superior, que debe ser ejemplar de virtud ( 1). 208. La almohada endemoniada. (!.) San Buenaventura: Leyenda, cap. VI, núm. 10.-Celano: Vida Se– gunda., cap. X, núm. 119

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