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-20.- Clara visitar la iglesia de Nuestr<l. Señora de los An.,. geles, que tantos y tan gratísimos recuerdos evocaba su mente, puesto que allí inició su. vida pobre y peni– t,ente, y comer en el .co1wento en compañía de su Padre espiritual San Francisco. Mas éste se resistía a complacerla; pero persuadido por sus compañeros de que trataba con demasiada dureza á una virgen a quien había .consagrado a Jesucristo, consintió con cuanto e1la deseaba. Convenido el día, Clara, acompañada de'. al.,. .gunas de sus hijas, fué al convento de la Porciúncula, donde fa esperaba el seráfico Padre. Hecha por todos una fervorosa oración en .la iglesia, y .visitado el con– vento, se sentaron a la mesa, la que San Francisco ha– bía heoho preparar en el suelo, según la humilde cos– tumbre que observaba siempre que podía. El primer alimento que se sirvió en aquel seráfico convite fué el del alma. Habló el Santo Patriarca de las cosas divinas con tanta elocuencia, con ta.l fervor, con tal .unción de espíritu, que los comensales fueron arre– batados en éxtasis, como éL Mientras esto ocurría en la Porciúncüla, los habitantes de Asís observaron un incendio, cuyas llamas se extendían a to.do el convento, iglesia y bosque contiguo. Alarmados por lo que veían, fueron corriendo a extinguir el fuego..¡Cuánta no fué su sorpresa al llegar y ver que no había tal .incendio! A fin de cerciorarse. de lo que habían visto, penetraron en el convento y llegaron al refectorio, donde vieron elevados en el aire a todos los que componían aquella santa asamblea, comprendiendo · que aquellas llamas eran una .imagen del fuego del amor divino en que se abrasaban aquellas fervorosas almas. Terminó aquella fiesta sin que nadie probara los po– bres y humildes manjares ¡Tan llenos estaban del amor divino! Clara regresó a su amado convento, donde la es– peraban con ansia sus amadísimas hijas ( 1). (l) ,Fioretti, cap. XV.

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