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CAPITULO XXII San Francisco y la )discreción y penetración de espiófius:. 190. Descubr,e el Santo la hipocresía de uno que es tenido por santo. . Ha,bía un re'Jigioso que, ail menos en la apariencia, 'y a juzgar po-r lo ext,erfor, ,era .de ,espíritu excelente y die gran sa111tddad. Guardaba el silencio con tanto rigor~ que ni siqui•era para confesarse quería quebrantanlo. Todos admiraban su gran virtud. BI bienaventurado Padre fué a aquel ,lugar para ver y oír wl santo. Cuan– do -todos los religiosos lo engra111dercían y ílo elogiaban, el Sarnto les replicó: ''.Dejad, hermanos, y no. queráis hacer efogios de la diabólic~ hi,poc11esía. Sabed de cier– to que cuanto hay en él no es otra ,cosa que una ten– tadón diabo111ca y un engaño miserab!le." .t:1 fonguaJe del Santo produjo escárnda,lo entre los admiradores, los cuales decían: "¿Cómo puede haber engaño en ta111ta humi'ldad y pruebas de perfecdón ?" A ,Jo que repuso• eJ Santo: "A,corísejad'le que se confi.es •e dos o una vez por semana, y si no quiere ejecutarlo conoceréis que es verdad cuanto acabo de afirmaros." En efecto, eif Vicario de la Orden llamó por separado a aquel r.eli– gioso, a quien a,consejó que se confesase verbaJmente, y no por señas, como 'lo. venía haciendo. Rechazó tenaz– mente ei! consejo, y significó que jamás quebrantaría el si'lenicio por confesarse. No pasaron muohos dí.as sin que a,quel desgradado abandonara fa religión, entre– gándose a toda suerte de desórdenes. En 1 to111ces com– prendieron todos con ,cuánta olaridald de espíritu y luz

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