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- 1 49 - y del estómago, nunca quiso, mientras salmodiaba, re– clinarse en busca de apoyo sobre la pared, rezando siempre de pie y con la caibeza descubierta, sin divagar l.os ojos a una y otra parte. Cuando iba de camino, pa– rábase el tiempo necesario para rezar con la debida aten– ción, y esto aunque lloviese copiosamente, justificando esta costumbre con la siguiente razón: "Si el cuerpo se pone en reposo para tomar la comida, que presto lkga– rá a ser pasto de gusanos, ¿con cuánta más quietud conviene ·que el alma tome el alimento espiritual que le hará vivir eternamente?" Hermosa e interesante lección que da el Santo a todos los sace11dotes, e~pecia.Jmente a sus religiosos, para que, al pagar a Dios elfributo de las divinas alabanzas, lo hagan con atención y devoción. ( 1). 146. De lo que hacía para evitar las distracciones en el rezo. · Las distracciones, que sobrevenían a su imaginación mientras pagaba a Dios el tributo de las diivinas alaban– zas, le parecían: defectos graves, por )o cual, cuanido esto le acontecía, acudía presuroso a la confesión, para ex– piar en ella las faltas que hubiera podido haber cometido, afiI1mando "que debemos avergonzarnos de estar dis– traídos en ba,gate:las, cuando se habla al gran Rey de cielo y tierra." De tal modo-dice San Buenaventura– se había a·costumbrado a esta práctica, que rara. vez sentía los desórdenes de la fantasía. Oeseoso de aiprovechar hasta los momentos más in– significantes del tiempo, en cierta cuaresma hizo a ratos perdidos un vaso de madera; y corno un día, al rezar Tercia, •la idea del vaso le distrajese algún tanto, lleno de fervor de espíritu, quemó el vaso didendo: "Lo sa– crificaré a:l Señor, ya que él impidió el sacrificio de las: divinas afabanzas." Rezaba los sa:hnos con tan fervorosa atención, que parecía tenía a Dios presente. Habituóse (1) Leyenda de los Tres Compañeros, cap. XU.-Celano: Vida Se– gunda; cap. VII, núm. 96.-San Buenaventura: Leyend,a, cap. X,

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