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- r47 - pasado e.J Castillo y haber abandonado las gentes, al llegar a un hospital de leprosos, preguntwba si faltaba mu,cho para llegar al Castillo, como si todavía no hu– biera pasado por -él. Taá ocupada llevaba su mente en la contemplación de las cosas celestiales, que no se ha– bía fijado en la variedad de los lugares y ,de los tiempos, ni en iJa multitud. de ¡personas que le habían saHdo al encuentro (1). 143. Cómo se mostraba el Santo después de la ora– ción. He aquí lo que nos refiere Tomás de Celano: "Cuan– .do vo,lvía Francisco die sus privadas oraciones, durante las cuales se hallaba como trocado en otro hombre, pro– curaba conformarse a los demás para que, apareciendo como sobrehumanado, no perdiera con el aura del favor. lo que acaba de ganar." Muchas veces dirigió a sus familiares paJabras como las siguientes: "Cuando e,I sier- . vo de Dios, al orar, es visitado por el Señor con algún especial consuelo, antes de abandonar la oración, debe levantar los ojos al cielo, y •con las manos juntas decir a Dios: "Este consue:Jo y dulcedumbre con que acabas de regalarme desde el delo a mí, pecador indigno, yo te lo devuelvo, Señor, para que me lo guardes, pues yo no soy más que un ladrón de tu tesoro." Y otras veces,de– cía: "Señor, despójame en esta vida de tu bien, para que me lo entregues en la otra." "Así -- decía - debe portarse de tal manera, que al abandonar la oración, se mani.fresite a los demás tan pobre pecador, cual si no hubiera sido. favorecido con alegría a,!guna. Porque pue– de muy bien suceder que una pequeña recompensa se pierda como cosa de inestimable. precio y que se fuerce a aquel que la ha ,concediido a que no la ofrezca otra vez." Por último, era por costumbre tan cauto y silen– cioso al levantarse de la oración, que ninguno, de sus (1) Celano: Vida Segunda, cap. VII, ,núm. 98.-San Buenaventura: Leye~da, cap. X

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