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CAPITULO XV San Francisco y la obediencia 129. Obediencia de San Francisco a la Santa Sede. Poco deSipués de .Ja entrega tota:1 que de sí mismo hizo a Dios el seráfico Patriarca, vióse rodeado de va– rios hombres de buena voluntad, quienes, admirando su modo de vivir, quisieron ser sús discípulos. Como el nú– mero de éstos iba en aumento de día en día, cuando eran ya once, los reunió y les habló de esta manera: "Ya veo, mis amados hermanos, que el Señor, por su bondad, quie– re di1latar nuestra compañía; conviene que nos prescri– bamos un tenor de vida y vayamos a dar cuenta de ello al Sumo Pontífice Romano, porque estoy persuadido que en materia de fe y de orden religiosa, no se puede hacer cosa alguna que sea firme y estable sin su aprobación, Vamos, pues, a :Ja Santa IgJesia Romana, nuestra Madre, y hagamos saber a nuestro Santísimo Padre lo que Dios se ha dignado comenzar por nuestro medio, para que podamos proseguir la empresa según su voluntad y en conformidad de sius órdenes." Cuando el Santo les hizo esta proposición, aún no existía Jey eclesiástica que ohli– gase a solicitar la aprobación de las reglas monacales y re:Jigiosas. Hiz·o nuestro Santo la proposición y a con– tinuación la solicitud en 1210, y en 1215 se dieron las primeras disposiciones canónicas respecto al estabJeci– miento y aprobación de las órdenes religiosas en el Con– cilio IV de Letrán. Bien se ve, pues, por este hecho e'l amor de San Francisco a la Santa Sede, la pureza de su fe y su acendrada obediencia ( l). (1) Celano: Vida Primera, cap. XIII, núm. 32.-San Buenaventura: Leyenda, cap. III, núm. 8.

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