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132 - triarca se manifiesten más con las obras que con las palabras ( 1). 126. Doctrina del Santo sobre el trato con las mu– jeres. Enseñaba el seráfico Padre, que no sólo debían mor– tificarse los desarreglados apetitos de fa carne y refre– nar sus torpes concUJpiscencias, sino que era también preciso guardar con suma caiutela. los sentidos exterio– res del cuerpo por Jos cuales entra la muerte en el alma. Así, pues, aconsejaba que se huyera en absoluto de la venenosa miel, es decir, de fa familliaridad de las muje– res, que llegan a engañar atin a los hombres más santos. Aseguraba que suele suceder muchas veces se;· vencidos por el sexo débil los espíritus más fuertes y valerosos, y que, a. no ser hombres de muy probada virtud, era tan difíci:l no contagiarse tratando con ellas, como es di– fícil andar sobre carbones encendidos y no quemarse; que es frívola y vana toda conversación con persona de distinto sexo, si no es en tribunal de la penitencia, para espiritual insti;ucción de tJas. mismas, y aun esto con la brevedad que exigen las prudentes reglas de la caridad y de la decencia; que cuando se confía en una necia seguridad, no se precav,en las insidias del enemigo, y sí éste logra apoderarse de un sólo cabello del hombre, pronto Jo convierte en gruesa .maróma con la cual tJo arrastra al abismo." Esita enseñanza, que el Santo da1ba a sus hijos, tenía la ventaja de estar confirmada con el ejemplo; y así, cuando el Santo hablaba con mujeres, o fijaba sus ojos en el. cielo, o en fa tierra, o ,los tenía cerrados. Cuando, por necesidad hablaba con a,lguna mujer, era esto bre– vísimamente y en a.Ita voz, si el compañero no estaba presente. "Confiésote-le decía en cierta ocasión a un religioso-que de ninguna mujer podría reconocer la fisonomía si la mirase." Asimismo, habiendo pedido (1) Wadding: Obras de San Franc1sco. Antonestación XXII.

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