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- I.27 - placer." Cuando se veía alabado de unos y ensalzado de otros, sólo él se reputaba indigno y se des'Preciaba pro– fundamente. Para .compensar el dolor que le ca,usaba1~ las alabanzas, solía llamar a un religioso, a quien le decía:. "Por obediencia, te mando que me injuries con dureza y digas la verdad, en oposición a las inexactitu– des de es,tos oiJros." Y cuando el religioso, forzado· por el mandato, le lla,maba villano e inútil, con franca son– risa y aiplaudiendo entusiasta, respondía: "El Señor te bendiga, porque tú sólo dkes :¡a verdad, no otra cosa merece el hijo de Bernardón." Ados por el esti,lo los re– petía con frecuencia, para llegar al perfecto desprecio de sí mismo. Mirémonos en tan hermoso y claro espejo, para que a1 ver cuán lejos estamos de parecernos a tan buen Pa:dre, tratemos de imitarle en algo ( 1). 120. Rechaza una almohada de plumas, y da sabios consejos con esrte motivo. Desde que e:l glorioso Padre se entregó a Dios, jamás quiso dormir sobre colchones ni reclinar su cabeza so~ bre almohadas de plumas, ni en la enfermedad, ni en la amistad, ni en el hospedaje podían hacer contravenir su resolludón. Pero habiéndosele recmdeddo la enformedad de los ojos, se le obligó a :Jo menos que reolinase su dolorida cabeú sobre una qlmohada de plumas. Al ama– necer el siguiente día, le dijo a su compañero: "Her– mano, en toda la noche no h.e podido donmir ni entre– garme siquiera a la ornción; ~a cabeza me rueda, las rodillas se me dob:]an, y todo mi cuer;po parece que se deshace; estoy como s,i hubiese tragado una poción ve– .nenosa. Yo creo que el demonio se halla en esta almo– hada que tengo. 'debajo de la cabeza; quítala, porque no quiero más al diablo a mi cabeza: "El religioso, compa•– deddo de su Padre, no sin algiuna murmuración, sacó la almohada para llévárse1la. Apenas se separó del San– to enfermo, quedó imposibi:Iitado y sin habla, pero ha-e (1) Celano: Vida Primer,a, cap. XIX, núms. 52-53.

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