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CAPíTULO XIV San Francisco y la austeridad J 17. Cuaresmas que ayunaba el Sant-o. San Buenaventura, en su Leyenda, nos refiere innu– merables y portentosos casos referentes a la austeridad del Santo. Entre otras cosas, dice que cuando al Santo le parecía que su túnica era fina y delgada, 4e cosía por dentro algunos cordeles para que le mortmcasen el cuerpo; que no comía más que fo indi,spensablemente necesario para sostener la vida, y que estando sano, rara vez se a,limentaba con manjares cocidos, y cuando por la necesidad los admfüa, solía mezdar.Jos con ceniza, o los deslabazaba con agua a fin de que perdiesen el sabor; que el agua la bebía tan escasamente, que nunca ~ograba apaigar su sed, pues solía decir "que es muy di– fícil satisfacer la necesidad sin obedecer al sentido" No le era difícil encontrar medios para hacer más penosa su abstinencia y su continuado y nunca interrumpido ayuno. Pasma sólo el rncordar cómo podía vivir casi sin alimentarne, pues, además de la cuaresma común de to– dos los fieles, ayuna otras ocho en el decurso del año. La primera, de cuarenta días, que comenzaba al siguiente día de la Epifanía, en memoria del ayuno que hizo Nuestro Señor en ell desierto; la segunda, desde e,I miér– coles de la semana de Pascua hasta Pentecostés, para disponerse a rncibir al Espíritu Santo; la tercera, desde la Pascua de Pentecostés hasta la fiesta de los a,pós,to– les San P,edro y San Pablo, en honor de ellos; la cuarta, desde el día siguiente de los Santos Apóstoles hasta la Asunción, en honor de la Santísima Virgen; la quinta, desde la Asunción de la Virgen hasta San Miguel, en

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