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II9- sino que habían perdido esta gloria por olvidar la voca– ción a que fueron llamados. Y añadía: "Para las almas de los religiosos hay peliigro en las prelacías, precipicio en 1as .a!labanzas, y ganancia eü la humildad. ¿, Por qué pues, buscamos más Jos peligros que las ganancias cuando nos ha1lamos en el tiempo de atesorar? (1 ). 113. El frono que per,dió Luz,bel, es reservado pata San Francisco. Sentía San Francisco tal amor a la humildad, que la prefería a todos fos honores; mas Dios, que ama a los humildes, ensalzó y e1l:evó a nuestro Santo a los puestos más el.evados del cielo. En efecto, ent.ró una vez en una ig1liesia en compañía de fray Pacífico para orar; mas este r,eligioso oró con tal fervor, que fué elevado en pro– fundo éxtasis y vió en e~ delo una mu:ltitud de tronos, y entre ellos uno más rico que ,los otrns, adorna;do con variedad de piedrns preciosas y resplandeciente de glo– ria y majestad. Admirado el religioso de tal refulgencia, comenzó a dis,c:urrir parn quién estaría reservado trono tan excelso. Absorto en estos pensamientos, oyó una voz que le dijo: "Este trono, que perteneció en otro tiempq a uno de los áng,eies caídos, se reserva ahora para el humillde Frandsco." Vue:lto en sí de aquel arrobamiento celeste, y hahla,rndo poco después con el Santo, llevó la conversa!Ción con industria para preguntafl,e disimulada– mernte qué opinión tenía ·formada de sí mismo. A esta pregunta respondió inmediatamente Francisco: "Júz,go– me y me tengo, hen;nano mío, como el más grande de los pecadores." Y como el religioso, persuadido de lo contrario, le repHcase que no podía decir ni sentir tal cosa en conciencia, añadió Francisco: "Si Cristo Nues– tro Señor se hubiera mostrado tan miseriicordioso con el hombre más criminal del mundo como Io ha hecho con– migo, tengo por muy derto que le sería mucho más agra- (1) Celano: Vida Segunda, cap. XIV, núm. 145.-San Buenaventura: Leyenda:, cap. VI, núm. 5

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