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-- II5 - quien los hombr,es deben tr 1 ibutar el honor y la gloria por i]os sigl,os de lo.s sigilois." Admirado el prelado de la profunda humildad del Santo y de su singu:lar discre– ción, le abrazó tiernamente, gustando aun más su pro– funda humildad que su fervorosa predicación ( 1). 108. Edificante contienda entre dos santos, y su sen– tir respecfo a redbir dignidades eclesiásticas. Hallábase en Roma el carde'.nal Hugolino, protector de la naciente Orden de Francisoo, ooupado en los asun– tos de la Iglesia. Teniendo un día presentes a tos dos patriarcas Santo Domingo y San Francisco, les pre– guntó el cardenal si tendrían a bien que algunos de sus discípulos fuesen promovidos a las dignidades eclesiás– ticas. "P,orque me persuiado--decía el cardenal-que no tendrían menos celo por la glloria de Dios y la salvación de las arlmas, que el que tuvieron los obispo~ de los pri-; meros tiempos, los cuales, viviendo con suma pobreza y animados de una sincera caridad, apacentaban sus ove– jas con saludables instrucciones y 0011 el ejemplo de una santa vida." Como había que dar una respue~ta al cardenal, se entabló una edificante disputa acerca de quién sería .el primero que hablai·a-, porque ni uno ni .otro quería ser el primero en responder. Vencido Santo Domingo por las instancias del seráfico Padre, le dijo: "Francisco, vos me vencéis en humildad, pero yo os venceré en la obediencia." Santo Domingo renundó a toda dignidad, deseando solamente que sus hijos se ocupasen en pre– dicar, defendiendo a la Igll1esia de todos sus enemigos. Luego hab1!ó San Francis,co de esta manera: "Señor, mis fraj.les han sido llamados Menores para que no pre– suman llegar a ser grandes. Si queréis que hagan fruto en la IgJesia, dejadles en su vo,cadón, y no 'penmitáis jamás que sean, promovidos a prelacías." Mucho más agradó al cardenal el humHde parecer de aquellos san-· · (1) Celano: Vida Segrinda, cap. XIII, núm. 141,

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