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- II2- sitaba. Habiendo recuperado las perdidas fuerzas, ex– c'lamó: "No puedo permitir que el puehlo me juzgue como hombre dado a la abstinencia, siendo así que ocultamente me cuido con dema,siado regalo." Levan– tóse y, acompañado de algunos religiosos, fuése a la ciudad. Se despojó de su há:biito quedó en paños meno– res y entró en la catedral, adonde había convocado cil pueblo, y desde allí se fué adonde ajusticiaban a los malhechores, y comenzó a predicar, asegurando a sus oyentes que no debían honrarlle como si fuese un hom– bre espiritual, antes debían despreciarle como a un glo– tón. y amigo de los regalos de la carne. Sermón que sólo sirvió para tenerle en mayor veneración. Cuando eFa alabado por las gentes, exclamaba: "Todavía estoy en peligro de mudar de estado; no queráis, pues, alabarme como seguro, y nadie debe ser afabado, si su éxito final no está del todo seguro." Habla:ndo consigo mismo, so– lía decir: "Fran!Cisco, si el Señor hubiera conferido al más desalmado ladrón los dones que tú has recibido, sahrfa agradece11los y cori;es,pondería mejor que tú." 01:ras veces, tratando con sus religiosos, expresábase así: "Nadie debe neciamente gforiarse de no caer en todas aquellias cuLpas en que puede incurrir un pecador. El pecador puede hacer oradón, puede ayunar, llorar sus propias culpas y castigar con maceraciones las re– beldías de la propia carne; una sola cosa no puede ha– cer, y es ser fiel ail Señor. Sólo, pues, nos de.bemos glo– riar en tributar ail Señor el honor que se merece y en devolverle, sirviéndole con fidelidad, .todos IJos bienes que nos ha concedido." ( 1). 105. Retrato del verdadero Fraile Menor. En cierta ocasión, hahlando oon uno de sus compañe– ros, le dijo: "No debo, hermano mío, juzgarme verda– dero Fraile Menor, mientras no me encuentre en el caso que te voy a describir: "Imagínate que, siendo yo pre- (1) San Buenaventura:. Leyenda, cap. VI, núms. 2-3.

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