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- 104- Iágrimas, consideraba muohas vec.es cuán pobres fueron en este mundo Nuestro Señor. y su Santísima Madre, y con esta considernción se animaba a vivir siempre más pobre (1). 98. No quiere entrar en una celda porque han dicho que es suya. No sofamente era pobrísimo en l,a comida, vestidos y utensilios, sino también en la celda que habiita:ba, pues, siempre escogía la peor. Una vez, en Monte Sarciano, junto a una ermita,· un amigo suyo le construyó una celda de madera para que s,e recogirese en ella, cuando allí fuese a orar. Al verla el Santo, pareciénd011'e muy hem1osia, dijo que no entraría en ella mientras no se -la redujese a mayor pobreza. Pa,ra obligarle a que entrase en ella, hubo necesidad de cubrirla con ramas de árbo– les por dentro y por fuera; pero aun así, no tardó en aba·ndonarla, porque ha:biendo ido un religioso a bus– car.le , y no encontrándolo, cuando ;le vió lie dijo: "Padre, he ido a buscaros a vuestra cdda." Entonces el Santo exdamó: "Puesto que me la apropiais, llamándola mi celda, no estaré más en ella, sino en otra que no me sea propia." Hablando sus compañeros. de esto, testifican haberle oído dedr muchas veces: "Yo no quiero tener para mí albergue alguno; po;:rque nuestro Divino Maes– tro dke: "Las zorras tienen sus cueiV.as, y J;as aves del "delo sus nidos donde colocar sus polluelos; pero el "Hijo del hombre ni siqu,iera dónde reclinar su cabeza.' 1 (Mat., VIII, 20.) Así decía también: "Cuando Nues– tro Señor fué 1ail desierfo, en donde estuvo cuarenta días y cuarenta noohes, no hizo preparar celda ni cobertizo, sino que reposaba en fa cabaña del monte." Tal era su admirable despr,endimiento de las cosas del mundo. ¡ Di1chosos todos aquellos que, llamándose (l) San Buenaventura: Leyenda., cap. VU, núm. 1; O/,ras de San Fi\1.ncisco, pág. S!J.

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