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-86- en seguida, y vosotros estenderéis un mantel en el suelo y les poñdréi3 la mesa y les serviréis con humildad y a,legría mientrns comen. Cuando hayan acabado de co– mer, les dirigiréis la pa'labra de Dios, y, por último, les pediréis que os otorguen una merced: ,la promesa ele no matar a nadie ni inflingirle daño corporal. Porque si esito se lo pedís aI principio, os dirán que no, mas en tail momento os lo concederán, por vuestra humildad y benevolencia. Al otro día, en r,ecompensa de su buena promesa, les llevaréis pan y vino, huevos y queso, y les serviréis mientras comen. Y cuando hayan comido les diréis: ¿Por qué habéis de andar por aquí todo el día, sufriendo hambre, soportando tantas miserias, incurrien– do en tanto mal de pensamiento y de obra, con lo que jugáis vuestras .almas? Mucho mejor es servir a,! Señor, El os concederá lo que necesitéis en la tierra y a'1 propio tiempo os dará la salud eterna. Consentirá entonces el Señor que se conviertan p·or razón de vuestra humildad y ,paciencia." Los religiosos lo hicieron tocio ,como les había dicho San Francisco, y los sa:lteadores por gratitud y compa– sión divina, cumplieron sin faltar una tilde cuanto los religiosos 'les suplicaron. Y, finél!lmente, algunos ele ellos ingresaron en la Orden. Y los otros se arrepintieron e hicieron penitencia por sus culpas y prometieron so!lem– nemente a los religiosos que en lo ,porv,enir vivirían del trabajo de sus manos y ninguna mala acción comete– rían. Este relato nos da una profunda idea del conoci– miento que el Santo tenía de los hombres (1 ). 79. Con prudencia aconseja a las autoridades, mo– deración. Si bien el Santo ·procuraba inculcar en todos el deseo de una vicia austera y penitente, sin embargo, le repug– naba la excesiva e indiscreta severidad. "Sucedió que uno de sus religiosos, entregado a los rigores de una (1) Espejo de perfección, cap. 65.-Actus Beati Francisci, cap. XXIX.

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