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-85- den, y a las demás personas para su edificación, los cua– les quedaron pasmados. Entonces el Santo, en presencia de todos, prohibió toda especie de maceraciones. i.ndis– cretas que oprimen el cue1;po, repr,esentándoles, que éstas o causan la muerte, o enfermedades que inhabilitan el cuerpo pan!. hacer muchas obras buenas y dar gloria a Dios. ¡ Dichoisos tiempos en que se reprendían tales faltas! 78. Su caridad con los ladrones y salteadores de caminos. En el Capítulo VII de la primera Regla que escrfüió el seráfico Patriarca, disponía lo siguiente: "Y cualquie– ra que viniese a ellos (los conventos), amigo o enemigo, ladrón o sailteaidor, con benignidad sea recibido." E,sta disposición del Santo está muy conforme con su modo de pensar y de obrar, porque su corazón estaba siempre abierto y sin res~rva para todos los desheredados, para los pobr,es, para fos oprimidos, para los desgraciados y abatidos, para el ladrón y el bandolero. Buena prueba nos ofreoe el siguiente relato citado por casi todos los autor.es fra,ndscanos, aunque con algunas variiantes, que no afectan a la substancia del hecho: "En el convento de Monte Casafo, cer,ca de Borgo Santo Sepokro, que está entre Gubio y el monte Alvemia, ocurrió que unos bandoleros, que solían vi;vir escondidos en el monte para s,altear a los viajeros, fueron a,l convento y pidieron pan; pero algunos de los frailes dijeron que no era justo darles Hmosna. De allí a poco, llegó San Francisco a aJquel convento, y los religiosos le preguntaron si era justo socorrer a los salteador•es, y el Santo les r,espon- . dió de este modo: "Si queréis hacer lo que yo os diga, confío en el Señor que conseguiréis la salvación de sus ailmas. Id, pues, y procuraos buen pan y buen vino, y llevadlo todo a,l monte do11'de están ellos, v llamadlos, didendo: ¡ Hermanos bandoleros, v,enid, sori'ios 'los frai– les y os traemos buen pan y buen vino! Ellos saldrán

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