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E L HERMANO D E El mendigo la esperaba con otros diez ganapanes; y en una iglesia pequeña empezó a vivir del aire. El sol brillaba en su pelo con miedo de no igualarle; y el viento jugaba en él coí:no juega en los trigales. La niña ya no tenía otras joyas que quitarse, y entregó su cabellera para caminar más ágil. Y aquellos cabellos de oro que enloquecían galanes, quedaron sobre el altar muertos, pero deslumbrantes. Y una h~rmanita menor, que tenía el alma grande, otra noche hizo el mismo disparate. Ni amenazas ni castigos, ni los lloros de sus padres, consiguieron que las niñas volvieran a sus hogares. Y hay quien dice que la pobreza y el hambre les hicieron más dichosas que las fiestas y los bailes ... T O D O & Paitsa. El narrador va a retirarse a su puesto- [ 1371