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P. P R U Í) E N C I O D E S A L V A T I E R R A La conqui'sta de la Poesía no es un juego estraté– gico; sino un triunfo total del espíritu, su actividad y su premio. Muchos llamados poetas andan afanosos alrededor de la Poesía, barruntándola y cortejándola, como los rondadores que cantan a las puertas de una dama; sólo el verdadero poeta, esposo feliz, goza de las dulzuras de la intimidad. Otro escollo en el cultivo de {a lírica suele ser el excesivo simbolismo, llevaáo a un grado· de charada indescifrable. En Francia, Paul Claudel, Giraudoux y Paul Valéry entre otros, han manejado la lírica impregnándola de nobles símbolos y ,de austera mu– sicalidad. Peto no pocas veces ese simbolismo se diluye en imágenes caleidoscópicas y atropelladas que enturbian la vista, como los sorbos repetidos del buen vino_ __ La mente trabaja y se fatiga hasta el vahído intelectual; la realidad se aleja como una nube inasible; el meollo recóndito no suelta su cáscara arrugada; y el pobre lector, impresionista e ingenuo de nacimiento, se tropieza con el mar sin puertos y sin orillas. Naufragio seguro y a corto plazo _ __ Creo que no debemos poner obstáculos al arte ni a los lectores. Los símbolos han de ser sobrios y un tanto transparentes, para que el fondo del lago se abra luminoso a la codicia de los ojos. En mi obra, algunas frases, escenas y personajes :son evidentemente simbólicos: la tentación ~ra con– tinua y fortísima, dada la naturaleza del asunto es– cogido y del fín propuesto. Pero deseché los ropajes demasiado amplios y vistosos, y preferí la túnica se- [ 10 )

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