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87 sino su pesado bagaje de pre¡mctos. Dése una vuelta por Lourdes; entre en el «Bureau de Constatations» por el cual, solo en catorce años, han pasado 2.712 médicos proce– dentes de todas las partes, del mundo y al mismo tiempo que se da cuenta de lo falso de aquel lamento lanzado por Laba– tut, el poeta ciego, Pasó con la sagrada profecía .De los milagrós la época feliz; No se alzan muertos de la tumba fría, Ni verán ya los ciegos... ¡hay de mí! podrá documentarse y estudiar con toda libertad en sus archi– vos lo que allí ha sucedido y está sucediendo todavía. Pero si no quiere ir a Lourdes lea por lo menos la «Re– vue de questions scientifiques» de 1899, pág. 520, Bruselas; o la «Medizinische Woche» de Marzo 1903, Berlín; donde en– contrará el caso de Pedro Rudder, innegable y aplastante, firmado por los doctores en medicina Hoestenberhge, Royer y Deschamps; o el número de Enero de 1918 de «La Science et la vie», donde encontrará algo interesantísimo sucedido al Dr. Carrel, honrado con el premio Nobel; lea el bonito folle– to de un tal Alejandro de Arcaya que le pone al Dr. Lafora, con mano maestra, los puntos sobre las íes, o por lo menos lea L'Osservatore Romano» del 10 de Enero de 1931 en su pri– mera página y si no cierra Vd. voluntariamente los ojos a la luz, si no comete la ridícula tontería de creer que solo Vd. es el probo y el sabio y que todos los demás mienten o son ig– norantes, se dará cuenta de que si la posibilidad del milagro es una verdad de filosofía racional, el hecho del milagro es de una historicidad evidente. Y le afirmo esto no como hombre de fe, sino como '.hombre de razón, que sabe y está muy en– terado de que la Iglesia Católica no obliga a nadie a creer que las curaciones de Lourdes son milagrosas. Por lo demás son ya un buen número las tesis que se han presentado en varias Universidades acerca de este asunto de los milagros (Lyon, Burdeos, París, Coimbra), con el fin de
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