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74 pojarse de un prejuicio. Son como el gato de D. Mateo: que cerraba los ojos para no ver los ratones. Y !estos son los que nos hablan de libertad de pensamiento.. ! Empecemos por definir el milagro. El milagro es un he– cho sensible, demostrable, que en sí o en el modo como se produce, no tiene explicación posible dentro de las leyes na– turales y cuya causa por lo tanto gay que ir a buscarla fuera de la naturaleza, es decir, en Dios. Claro que al oir esto sueltan su hueca carcajada Huxley y Voltaire, Stuart Mili y Spinosa, Renán y Sabatier, coreados por la turba-multa de « Vicentes» que arman una algarabía de mil diablos. Pero no nos espantemos, amigo mío. Vamos a ver. ¿Porqué ha de ser imposible el milagro? Dios que sacó el mundo de la nada, puesto que la materia no es eterna, que al sacarlo le impuso las leyes actuales corno podía haberle impuesto otras; Dios, que es Omnipotente ¿no ha de poder suspenderlas, derogarlas, modificarlas en algu– nos casos aislados? ¿Desde cuándo un legislador no puede establecer una ley general, reservándose el derecho de dejar– la sin efecto cuando él lo juzgue conveniente? Si un médico puede con sus medicinas acelerar la cicatrización de una he– rida y puede con sus instrumentos restitufr la vista, batiendo unas cataratas; si puede devolver el movimiento a un paralí– tico sometiéndolo a las corrientes eléctricas; si yo puedo anu– lar la ley de la caída de los cuerpos sosteniendo con mi mano una piedra que cae y puedo anular la ley de la gravedad le– vantándola en atto y esto por la sencilla razón de que una fuerza mayor destruye a otra menor; si cubriéndome con un traje de amianto puedo hacerme incombustible y colocándo– me un salvavidas hacerme insumergible ¿porqué Dios, causa de las causas, no ha de poder hacer eso mismo sin necesidad de recurrir a esos medios que nuestra limitada potencialidad exige? Si tuvo poder para sacar el Universo de la nada ¿no lo tendrá para modificarlo? No lo dude; el que puede lo más,

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