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VII lencio de aquel mar de arena. Así es la verdad de la Iglesia católica frente a los golpes y los gritos de sus adversarios. Y es que la verdad, en cualquier orden de ideas que se la considere, es eterna, como Dios, de quien es un rayo. Por eso, cuando una afirmación científica, social, filosófica o reli– giosa se baila en la luz de ese rayo, no temáis por su existen– cia. Como la ola que avanza, impulsada por el viento, sobre la inmensidad del océano, sin hacer 'caso ni del molusco que vi– ve en las profundidades, ni del navío que surca su superficie, marchará siempre adelante, sin que puedan obstaculizar su empuje, ni las persecuciones de sus enemigos, ni la cobardía de sus defensores. En la lucha entre la verdad y el error; en– tre la eternidad y el tiempo, entre Dios y el hombre, no son ciertamente ni el hombre, ni el tiempo, ni el error los que han de vencer. Es un hecho de razón filosófica y de experien da científica. Claro es,también que la defensa de la Religión la han he– cho voces más autorizadas y plumas mejor cortadas que la mía. El químico Chevreul decía el 14 de Septiembre de 1874 en una de las sesiones de la Academia de Ciencias de París. «Yo me he preguntado si en una época como la nuestra en la que más de una vez se afirma que la ciencia lleva al ma– terialismo, no era un deber para un hombre como yo, que ha pasado su vida en medio de los libros y entre los trabajos e investigaciones de un laboratorio de química, buscando la verdad, el protestar contra una opinión diametralmente opues– ta a la mía, afirmando que no he sido jamás ni escéptico ni materialista, sino que he tenido siempre la convicción de la -existencia de un ser divino, creador de una doble armonía, la que rige al mundo inanimado, revelada por la mecánica celes– te y .ta ciencia de los fenómenos moleculares, y la que gobier– na el mundo orgánico viviente. Yo no he sido, pues, materia– lista en ninguna época de mi vida, porque nunca he podido creer que esa doble armonía, así como el pensamiento huma- no, sean efectos de la casualidad., .
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