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CARTA 0ÉCI.MA Pero ¿es posible el milagro? UY sefior mío y amigo: Sin mayores preámbulos, por– que no' se necesitan, .ya que mi anterior .demostrán– dole lo racional del misterio, h~ conseguido disminuir en Vd. la repugnancia que hacia él sentía, paso a tratarle del milagro, que es otra de las cuestiones que tienen -el privile– gio de poner. los petos de punta a toda esa nube de filósofos que se han dado eh llamar positivistas y a .otros muchos que, sin serlo, les siguen como comparsa de circo, por aquello de ¿A dónde vas, Vicente? A donde va la gente. No voy a copiarle las mil y una tonterías que se han di– cho cohtta el milagro, ni voy a recordarle et cinismo con que Haeckel afirma que no puede admitirse el milagro, pues si se admite tendríamos que actmitirt.ambien a Dios lo cual sería una tontería; ni el disimulo con que Renán, el gran traficante de ideas, se tira por el atajo escribiendo que, aunque et milagro pueda darse, hasta hoy no se ha comprobado ninguno, cosas · todas que demuestran cómo nuestros adversarios, .más que con razones, nos combaten con prejuicios, con ese miedo a la verdad, que tanto caractetiza al error, pues se dan cuenta de que, concedido. el milagto, es necesario éonceder la existencia de un Dios personal y providente, y esto es lo que no quie– ren. «No podemos -dicen-admitir la "historicidad de estos hechos, porque cte admitirla tendríamos que admitir et mila– gro.» Así hablan los que se creen representantes de ta razón y de la ciencia a las cuales abofetean sin pudor, por no des-

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