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63 ,cos s'On los que se permiten el lujo de tener un ideal alto que los haga superiores al ambiente, le veo c.on esos deseos d.e remontarse a las regiones dé lo infinito. Pero ¡ay! que como Ycaro tenemos alas de cera, que se derriten sin remedio al -acercamos al.sol de la. Divinidad y caemos sin poder lograr nuestro intento. Porque si no podemos ver dentro de un hom• bre ¿cómo vamos a ver dentro de Dios? ¿Cómo· quiere que nuestra inteligencia tan Íiinitada comprenda Jo Eterno, lo in– finito? Equivaldría a querer encerrar el mar en un vaso. No, el hombre no puede decir de .Dios más de lo que cabe en su pobre cerebro y por eso, cuantas veces hablamos de El, no hacemos sino empequeñecerlo. Razón tenía-nuestro Zorrilla al escribir: ¿Quien es Dios? Nadie lo sabe~ ¿Quien definirle pretende? Lo infinito, se comprende Que en la comprensión no cabe~ Dios es Dios y por ser tal Ni puede ser comprendido, Ni puede ser definido En lengua alguna mortal. Sin embargo, a,!~o podemos balbucear acerca de su natu– raleza. Per_o antes quiero prevenirle de un error muy en boga entre los deistas intelectuales, quienes si por un lado, no pue– den negar la existencia de Dios, no quieren tampoco admitirlo tal como lo presenta la Religión, es decir, como un Dk1s «per– sonal» que ve, juzga y espera·a los hombres; error del que, a juzgar por las preguntas que me hacía en su anterior, no -se encuentra Vd. del todo libre. Para ellos, Dios es el Ideal del mundo, lo Inconsciente, como lo llama Hartmann, lo Imperso- . nal, que dice Vacher_ot. Es la Causa de las causas, la Fuerza que actúa al Universo, el gran Todo de los panteistas. En fin que Dios es una realidad, pero una realidad filosófica, vapo– rosa, que si bien es necesaria para poder explicar el mundo,

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