BCCCAP00000000000000000000587

CARTA OCTAVA UY Sr. mío y amigo: ¿Conque a Vd., hombre de ca– rrera, acostumbrado al estudio, se le ha hecho difícil _.'.-~ y le ha costado más de una hora pen<::trar la fuerza de la argumentación de Bossuet acerca de la existencia de Dios? Pues ¿qué dirán los niños, los jóvenes, los obreros, ar– tesanos y mujeres, en fin el 90 por ciento de la humanidad que no tienen ni la comodidad, ni la inteligancia de Vd. para el estudio? Por aquí comprenderá lo racional y necesario que es el que ciertas verdades transcendentales y básicas, a pesar de ser científicamente demostrables, sean al mismo tiempo de fe para todos, pero de un modo especial para aquellos que por falta de instrucción, de tiempo o de costumbre no llegarían nunca a poseerlas por medio de la razón. Es un ahorro de tra– bajo que debemos agradecer a la autoridad doctrinal de la Iglesia, como agradecemos a un viajero que nos cuenta lo que él ha visto y nosotros no podemos ver. Pero al fin, me dice, que pudo conseguirlo y a través de dicha argumentación vió como en lus Rimas de Becquer Paisajes que aparecen como a través de un tul y exclamó con los trescientos ·cteJenofonte, cuando después de atravesar los desiertos de Arabia, divisaron a lo lejos la superficie del mar: «¡ Thalassa!» «¡ Thalassa!» ¡El Océano! ¡El Océano! Sí, mi querido amigo. Dios existe. Es el Ser necesario,

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz