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42 es privarlo del elemento.de vida, que más necesita. Oiga lo que dice nuestro gran Balmes: «Si en esa fe no me mantuvie– ra la autoridad de una Iglesia que lleva más de 18 siglos de:du– ración; que tiene en confirmación de su divinidad su misma conservación a través de tantos obstáculos, la sangre de in– numerables mártires, el cumplimiento de las profecías, infini– tos milagros, la santidad de su doctrina, la elevación de sus dogmas, la pureza de su moral. .. los inefables beneficios que ha dispensado a la familia y a la sociedad, el ennobleci– miento que ha realizado en todos los países donde se ha esta– blecido y la degradación que veo reinar alli donde ella no do– mina; si no tuviera todo este imponente conjunto de motivos. para conservarme adicto a esa fe, haría un esfuerzo para no apartarme de ella, cuando no fuera por otra razón, por no per– der la tranquilidad de mi espíritu.» Pues bien, mi querido amigo, yo que quisiera verle libre de prejuicios y en la plenitud de toda su razón, yo que qui– siera verle dirigir la proa de su nave hacia el puerto de esa tranquilidad de espíritu que en la fe se goza, me atrevo a diri– girle aquel ruego de Dante: Ma tu, perche ritorni a tanta noia? Perche non sali al diletosso monte Ch'é principio e cagion di tutta gioia? (3) En la cumbre de ese monte de la fe espera para abrazar– le su afectísimo amigo y s. s. (3) Pero tú ¿por qué vuelves a tanto sinsabor?-¿Por qué no subes al monte deleitoso-donde está la fuente y el principio de toda alegría?

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