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CARTA CUARTA Incrédulos pasionales, ignorantes y miedosos "UY señor mío y amigo: Voy a continuar, como le pro– metí en mi anterior, el estudio de las fuentes de nues– tra incredulidad, con tanto más interés cuanto le veo ansioso por conocerlas, «aunque teme-dice-lo vaya a me ter en un callejón sin salida.» Pero antes quiero aclarar el re– paro que en la suya me hace. «No digo-son sus palabras-que no tenga Vd. mucho de razón en lo que dice y hasta me atrevo asegurar que ha he– cho en su carta un retrato bastante exacto de muchos de nues– tros incrédulos intelectuales, pero no dejará de comprender que es muy gratuito el afirmar que todos leemos tan superfi– cialmente como supone, aunque no lleguemos a esa profundi– dad que Vd. ve en Papini, y de quien no sé porqué se ha de creer, «Che sopra gli altri com' aquila vola.» (1) Esto, aparte de que el argumento basado en el cambio de ideas de un hombre puede mañana volverse contra Vds. Su– póngase, por ejemplo, que dado el temperamento y la extra– ña psicología de ese filósofo-literato, vea en la Iglesia algo que no le gusta y arremeta contra ella como ha arremetido contra los filósofos. ¿Qué dirán Vds. entonces del argumento que hoy nos hacen? Por éso nunca han sido para mí de gran fuerza esas conversiones espectaculares que culminan en un (1) Que vuela como águila sobre los demás.

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