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CARTA SEGUNDA Conflictos que no existen. UY señor mío y amigo; Ahora sí que puedo exclamar ~~- con el mensajero de «Macbeth». «The wood began to move; (1) pero ¡de qué manera! Meditando estaba en el efecto que mi carta habría podido prodttcirle y al recordar las buenas dispo– siciones, que en la suya me manifestaba, bendecía de corazón al Señor, que nunca abandona del todo a sus _criaturas, sino que siempre I1 laisse au dessus de l'abime Quelque rayons sur une cime, Quelques verites sur une front, (2) cuando recibo la suya, que por las intenciones parece un toro bravo con dos astas como torres de catedral y por su tono, el silbido de una víbora, a quien han pisado la cola. ¡Y yo, que recordando al «náufrago» al «cadáver» de su carta, pa– ladeaba, lleno de optimismo, aquellos versos del poeta argen~ tino Obligado: Suena el preludio de un canto sobre las cuerdas dormidas, cuerdas que vibran heridas como por gotas de llanto! (1) El bosque empieza a moverse. (2) Deja sobre el abismo-algunos rayos en la cumbre-algunas ver– dades en la frente.
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