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9 te)> cuando visitaba una de las catedrales de Italia, el aleteo de esas verdades que despiertan de su suefio. Resumiendo. Mi diagnóstico, respecto a su estado de al– ma, es el siguiente: Un incrédulo por indigestión de ideas, que no ha podido digerir; un bu~n sabio o al menos un hom– bre de estudió, cubierto por la capa de un mal filósofo; un cristiano sin convicciones., que ha vendido la fe de veinte si– glos, que era la fo de su madre, por un plato de lentejas ave– riadas, que le ofrecieron los charlatanes de la cienc:a, et pro– greso y la. libertad. Sin embargo no e~ un caso desespera,dp, antes bien tengo motivos para confiarque ha de volver la luz a su inteligencia y la tranquilidad a su corazón, dadas las bue– nas disposiciones en que se éncuentra. Ya su carta misma me demuestra que fa negación del incrédulo empieza a transfor– marse en la duda del escéptico, y éstó es ya uri gran paso en el camino que hemos de recorrer juntos. Vd. ha perdido la fe y es necesario recobrarla. Vd. vive hoy en un mundo de ideas científico-filosóficas, como si no hubiera nada más que éso, y yo he de demostrarle con la ayuda de Dios, en quienJirmemen– te creo y confío, la profunda verdad que .encierran tas pala– bras de Shakespeare: «The'are more things in heav'n and earth, Horatio, Than are dreamt of in your phylosophy». (1) · Ynada más por hoy. Pongamos manos a la obra, mi que– rido amigo, que el tiempo es oro y el trabajo mucho. Queda a sus órdenes su affmo. y s. s. (1) Horacio, en el cielo y en la tierra hay más cosas, que las que so– ñais en vuestra filosofía.
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