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227 Y .et hijo pródigo de la Verdad añadió, suspirando y con– templando el cielo, todo estrellas. ¡Qué firmamento, qué ma– ravilla! ¡Cómo tortura ese Infinito al hombre sin Dios! ¡Ah, y cómo acáricia con promesas de gloriosa y eterna superviven- . da a los qtte creen y a tos que esperan! .. CURRO VARGAS Gomo ve, mi amigo, to que aquí dice Curro Vargas se une admirablemente con lo que yo le escribía en la primera de mis cartas y con ello ter.mino por ahora, una vez que brilla de nuevo en su espíritu el fuego sagrado encendido por Dios en las almas, fuego que si no estaba apagado, estaba al me– nos cubierto de ceniza, amontonada por los sofismas de la. in– teligencia, las pasiones del corazón y el alejamiento de Dios. Ni crédulo, ni incrédulo, me he presentado a Vd. como filósofo creyente, mostrándole los .motivos que tenemos para creer lo que creemos, pues si bien es cierto que la fe es una gracia de Dios, no lo es menos que esa fe descansa sobre un pedestal filosófico, .elaborado y preparado por la razón. El retorno de algunas almas a la fe y al sentido común. Eso es lo que he pretendido, acordándome de aquella frase de uno de los mayores pensadores cristianos. «Non enim crederet ha– mo, nisi videret ea esse credenda.» Es decir, que et hom~ bre, por su misma naturaleza de animal racional, exige siem– pre algún motivo parn ·creer. Y esos motivos son los qne yo · hé procurado exponerle. · Hasta luego, mi querido amigo. Vuelvo por algún tiempo al silencio de mi celda, de donde Vd. me sacó. Y si me pre– gunta el porqué de este retiro, quedándonos todavía tanto por tratar, le contestaré con aquello de nuestro Romancero: Muy doliente estaba el Cid, De trabajos mity cansado, Cansado de tantas guerras Como por él han pasado. 113

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