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8 glos de cristianismo; aquel entusiasmarnos sin reflexión ante las ideas mal comprendidas de libertad y de ciencia; aquel · gritar ridículo contra la tiranía de la Iglesia, con una audacia tan grande como la ignorancia de donde nacía; aquel viajar con la boca abierta, entusiasmados por ideas y costumbres, que admitimos sin examen, teniéndolas por mejores que las nuestras; aquel leer sin criterio libros, cuyos erróneos concep– tos tragábamos, como dogmas incuestionables; aquel conto– nearnos y dárnoslas de libres, de independientes, de espíritus fuertes, porque habíamos sacudido de nuestras creencias el yugo de la opresión clerical, según decíamos; en una palabra, toda esa pedantería y superficialidad en que· se desarrolla la inteligencia de los jóvenes, es la nube de polvo que nos en– vuelve, produciendo la noche en el cerebro, el vacío del alma, las caídas del corazón y llega el momento en que Dios, as– queado de tanta ignorancia y de tanto orgullo, se retira de nosotros, y tenemos que repetir con el antiguo romance: «Con la grande polvareda-perdimos a D. Beltrane.» Y menos mal si en esos momentos trágicos de la vida, nos queda la suficiente dosis de sentido común, para ver con es– ,panto apagada la lámpara del santuario, porque ha desapare– cido del alma ese conjunto de verdades transcendentales, que tanto necesita el hombre. ¡Feliz el que entonces, se detiene en el camino y, exclamando como Dante en el hermoso ter– ceto con que da comienzo a su «Divina Comedia>-, «Nel mezzo del camin di nostra vita Mi ritrovai per una selva oscura Che _la diritta via era smarrita, (1) se dispone, como Vd., ·a pasar revista a sus ideas, para so– meterlas al examen de una crítica severa e imparcial y no ahoga, como el autor (2) de « Tres meses en el país del ar· (1) En la mitad del camino de mí vida-me. encontré en una selva obs– cura-por haber extraviado el recto sendero. (~) Blasco Ibáñez.
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