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215 sucristo, y ,aquí es necesario que nos detengamos, para refle– xionar un momento. El Judaísmo, como le dije en mi anterior, vivía obsesio~ nado cort la idea tradicional de uno que vendría enviado por Dios y en el cual cifraban todas sus esperanzas de libertad y grandeza. Todos piensan en él y lo desean con impaciencia. Los profetas, sumergier:do su, mirada tel~scópica en la obscu– ridad del tiempo, lo ven en la lejanía. Isaías lo retrata hasta en sus menores detalles; se diría que es su fotógrafo. Mi– queas &eñala el lugar donde nacerá. Daniel fija su nacimiento a las siete semanas (490 años) después de .la vuelta del cauti- . verio de. Babilonia. ZaC<lrías predice el modo como 'ha de mo- •, rir. El pueblo, exaltado con la idea de su Mesías, no cesa de clamar: «¡ Ven, Señor: no tardes! ¡Cielos, lloved al justo!» Y Juan el Bautista, ai)e:1as Jesucristo se presenta en público, tiene una sospecha y le envía sus mensajeros para preguntar~ le:-¿«Eres tú el que ta de venir, o tenemos que esperar a otro»? Y lo curioso es que esta idea mesiánica había rebasa– do las fronteras judías y se la encuentra en Persia, India y China, tan fuerte como entre los drúidas de los bosques de las Ga!ias. Tácito, Suetonio, Platón y Cicerón nos hablan de ella con frases verdaderamente impresionantes. ¿Quién no co– noce los famosos versos de Virgilio en sus Eglogas: Ultima Cumei ve.1it jam carminis aetas Magnus ab integro saecloram nascitur ordo, Jam nova proger.ies coelo demittitur alto, etc. (1) Pues bien, mi querido amigo. Aquí empieza lo verdade- ramente interesante, 'füdas esas profecía~, hechas con siglos de anticipación, se realizaron hasta en sus menores detalles en - Jesucristo. Lo cual s gnifica que era a Jesucristo a quien se referían. Decir que esto fué una simple coincidencia, sería (1) Ya se acerca el tiempo cantado por la Sybila de Cumas; ya empieza otra vez un gran periodo de siglos; ya se desgaja del cielo una nueva familia. ,,

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