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CARTA VEINTIOCHO La verdadera religión es el Cristianismo UY señor mío y amigo: No le extrañe que haya pos– tergado algún tanto el tratar del cristianismo, que es el centro ideológico de toda nuéstra controversia. Es c¡ue al querer demostrárle cómo él es la única religión verda– dera, la única que, por presentarse con todos los caracteres y garantías de la verdad, puede y debe abrazar el hombre,sien– to todo el peso y responsabilidad de mi empresa, con la an– gustia que supone el tener que exponerle en pocas páginas un asunto que por la abundancia y variedad de los argumen– tos y por la amplitud de sus consecuencias, es capaz de lle– nar libros enteros. Ante todo debo decirle que el Cristianismo no es como afirman Tyrrell, Sabatier, Harnack y demás partidarios del evolucionismo religioso, la forma religiosa más perfecta a que la humanidad ha llegado en su desarrollo psicológico y moral a través de los siglos. El cristianismo no es fruto del progre– so y civilización de los pueblos; al contrario. Históricamente se demuestra que el progreso y la civilización son productos del cristianismo y que hay en éste factores que están al mar– gen y sobre toda evolución humana. Es cierto que entre la religión primitiva de las primeras generaciones, que era una mezcla de tendencias naturales y de verdades reveladas de la cual se originaron por adulteración todas las religiones, el ja– daismo que cristalizó en la ley mosáica y el cristianismo iniciado por Jesucristo, existe una admirable coordinación histórica. La una sucede a la otra, como los eslabones de una cadena, que sin solución de continuidad, va atravesando los siglos desde la aparición del primer hombre hasta nuestros días; pero esto no 'es una evolución, sino el desarrollo de un plan sabiamente concebido para conservar y transmitir en la
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