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6 dónde está la verdad, pues mientras unos Je decían que a la derecha, los otros gritaban que a la izquierda, como cocheros en lapuerta de una estación. Cuando éstos afirmaban que, «-todo es Dios,» aquellos respondían que «nada es DiosD y si los de aquí sostenían que el mundo no es sino materia y fuerza re– gidas por leyes matemáticas, los de allí le contestaban que ni siquiera sabemos si el mund,o existe fuera de nosotros. En fin, que después de viajar mucho, de leer mucho y meditar mucho, ha sacado en consecuencia, que el mundo es un ovi– llo del que todos tiran, sin lograr desenredarlo y terminó por no creer en nada, mejor dicho, creyendo que cada pueblo ha formado su Dios, su Religión y su Filosofía, según sus nece– sidades propias y que por lo tanto, no iba del todo desacerta– do el positivista Littré, cuando afirmaba en la «Revue des deux mondes» que «las preocupacionés religiosas son una verdadera enfermedad y lo mejor es no pensar en ellas.» «Sin embargo,-añade-una sensación de vacío, un ham– bre de verdad, un de~eo continuo de descifrar el enigma, me si– gue persiguiendo desde hace algún tiempo; y no es sin cierto sobresalto inexplicable, que recuerdo muchas veces estos ver– sos de Andrade que me hicieron declamar cuando niño en el Colegio. Pasáronse las flores del verano. El otoño pasó con sus racimos. Pasó el invierno con sus nieves cano; Las hojas que en las altas selvas vimos Cayeron, y nosotros a porfía En nuestro engaño inmóviles vivimos... ¡ Cuántas veces al pensar en ese episodio trivial de mi ni– ñez, no he podido menos de preguntarme: pero ¿será cierto que nosotros, los que nos llamamos intelectuales, los hombres de ciencia, los incrédulos, que Vds. dicen, vivamos engaña– dos en el error? ¿Será cierto que esas ideas de Dios y alma con sus consecuencias de inmortalidad, responsabilidad, mis-
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