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196 De este modo, mi querido amigo, la Religión proporcio– na también la felicidad en esta vida mediante la moralidad, la honradez y el cumplimiento del deber, que enseña a indivi– duos y sociedades. ¿No le parece a Vd. que si hubiera más religión habría más tranquilidad en los individuos, más alegría en las familias, más estabilidad en las autoridades, más cultu– ra en los pueblos y no necesitaría la sociedad de toda esa nube de abogados, policías, jueces, tribunales, cárceles y re– formatorios, cuyo sostenimiento nos cuesta un ojo de la cara? Pues mientras esto no comprendamos y sigamos despre– ciando la Religión, no tendremos más remedio que repetir la irónica poesía del Peruano R. de la Pal111a: Vi elevar un altar a la virtud... Vi ¡oh prodigio! constancia en la mujer, V ciencia en la indolente juventud. Vió, dice, a la vejez honrada y a los dignos en el poder y a la justicia en su trono y la caridad y el patriotismo triun– fando en los corazones y termina admirado de tanta felicidad: -¿ Pero donde vió Vd. tanto primor? -En sueños, queridísimo lector. - Que comprenda Vd. que estos sueños no pueden tradu- cirse en realidad sino median(~Ja religión, es lo que le desea su affmo. s. s.

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