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194 que baja el nivel religioso sube la inmoralidad hasta en los ni– fíos. ¿Qué importa que vigilen los padres y maestros? ¿Qué importa que se establezca policía pública y secreta? ¿Qué im– porta que tengamos códigos y cárceles y hasta patíbulos, si todo esto no puede llegar al corazón, a la conciencia, que es donde está 1a fuente de la vida? Sin Dios, sin la Religión que penetra en el alma y la purifica, no tendremos sino una moral exterior, hipócrita, fingida, producto del miedo a ser vistos, pero nunca una verdadera moral eficaz de convencidos, que es lo que hace falta. . , Pues bien, mi querido amigo, si en el individuo, no es posible la moral sin religión ¿podrá serlo en la sociedad, que al fin y al cabo está formada de individuos? ¿Es posible for– mar una sociedad moral con individuos inmorales? ¿Qué es hoy la sociedad? Un verdadero asco. Una lucha de ambicio– nes, de egoismos, de mentiras, en la que triunfa el que más puede o el que más tiene. Sea un ome nescio e rudo labrador, Los dineros le fazen fidalgo e sabidor. Quanto más algo tiene tanto es de más valor, El que non ha dineros non es de sy señor. Esta subversión de valores, que así ridiculizaba¡el Arci– preste de Hita, puede hoy aplicarse a todos los órdenes de la vida. Añada Vd. a eso la inmoralidad en el arte, la inmorali– dad en el comercio, la inmoralidad en la familia, la falta de sinceridad en el trato, las ambiciones, los egoismos, las envi– dias, el hambre de tener y gozar y aparentar más de lo que se puede y extráñese luego de los crímenes, de los atracos, de las revoluciones, en fin, de todos esos fenómenos sintomáti– ticos del malestar social que padecemos y no tienen otra raíz sino el haber pretendido levantar la sociedad sobre bases ma– terialistas, huérfanas del principio religioso. Le Play, gran observador de los fenómenos sociológicos ha dicho: «Donde declina la fe religiosa o la observancia de¡ Decálogo, allí se altera la moralidad, el amor al trabajo, el
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