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5 Empieza Vd. contándomela evolución que ha sufrido su espíritu hasta llegar a ese estado de negación frente a ideas, costumbres y creencias, que un día fueron también las suyas. Cómo llegó con su fe de nfüo a los umbrales de la Universi– dad, donde la novedad del estudio; la libertad de la vida, tas burlas y sonrisas de Profesores y condiscípulos y .el ambiente · de alegre despreocupación en que se deslizaba ¡,u vida, fueron abriendo anté sus ojos un múndo de ideas y costumbres com– pletamente ignorado, más amplio, más libre, de mayores ho– rizontes, que empezó a borrar en su conciencia la idea de · Dios y de la Religión, con todas sus derivacionas teóricas y prácticas. Cómo, terminados sus estudios universitarios, via– jó mucho por et extranjero y pudo observar de cerca la gran diversidad de creencias religiosas, que existe en los pueblos, teniéndose cada cual por la única verdadera y acusándose mú– tuanrente de error; y vió la vatiedad más grande de interpte• taciones en ta manifestación de ese espíritu religiosó, desde el indo que, obedeciendo al aforismo de sus libros sagrados «¡entra dentro!», practica el «nirvana» con el estoicismo del fakir, para percibir en la inmovilidad casi absOtuta de su ser el aleteo de sombras divinas, hasta el misionero católico, que en cumplimiento del <<¡sal /'uera!», que le impone el altruismo de su religión, se entrega a una actividad incansable, muy parecida al movimiento continuo; mientras al margen de todas estas divergencias encontró siempre a los hombres de estudio, a los intelectuales, a los sabios, verdaderos bienhechores de la humanidad, trabajando tranquilamente por el progreso de los pueblos, sin preocuparse lo más mínimo de esas ideas re– ligiosas, que han creado .entre los hombres profundos antago– nismos. Y sigue contándome, después de parrafillo tan sabro– so, cómo excitado por la curidsidad que todo éso le producía, dióse a leer obras de autores muy én boga, reconocidos por cumbres del pensamiento; y que esa lectura en vez de darle la solución del inquietante problema, no hizo sino precipitarlo en el escepticismo filosófico, convencido de que nadie ·sabe

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