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CARTA VEINTICINCO Sin religión no hay moral UY señor mío y amigo: Yo creo que el hombre, por el mero hecho de ser racional, debiera ser filósofo, es decir, debiera levantarse sobre esa vida animal, que toma cada día un relieve más vergonzoso, para profun-di– zar las grandes verdades, que son el eje de nuestra vida. Si así fuera, no le hubiera extrañado a Vd. el que yo haya defi– nido al hombre diciendo que es un animal religioso, pues de– cir animal religioso es lo mismo que decir animal racional, ya que si es verdaderamente racional, no puede menos de comprender la existencia de Dios y la obligación en que esta– mos de reconocer su soberanía y confesar nuestra dependen– cia, cosas ambas, que son precisamente la base de la Reli– gión. Como ve, «.animal religioso.:i- y «animal radonal» no es sino un juego de palabras que encierran la misma verdad. Pa– ra destruir la Religión sería necesario destruir antes a Dios y al hombre y, mientras esto no se consiga, Dios y el hombre se buscarán siempre y no impedirán que se encuentren ni to– das las protestas, ni todas las violencias, ni todos los chistes de una minoría imbécil y despreciable, por lo ignorante y lo vi– ciosa. En Dios, como lo ha dicho Donoso Cortés, está el dere– cho y la concentración de todos los derechos. Dios no debe nada a nadie y el hombre se lo debe todo a Dios. No es por lo tanto de extrañar que donde quiera que se encuentren rastros de hombres, se encuentren también rastros de religión. Establecida, pues, la necésidad de ese mínimum de reli– gión natural (más tarde le he de hablar con detención de la religión positiva o revelada) voy a contestar hoy a la otra pregunta que Vd. me hace. «¿No le basta al hombre en mate-

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