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187 Creo que con ésto tiene Vd. más que suficiente para darse cuenta de la base inconmovible en que se apoya la Re– ligión, sin hacer caso a «esas manifestaciones ruidosas ytesos fanatismos exagerados» de que Vd. mé habla y que yo soy el primero en condenar, cuandomerecen ser condenados, pues no debe Vd. olvidar que esas y otras manifestaciones del es– píritu religioso, hechas con seriedad y sobriedad, constituyen el culto, es decir, la exteriorización de la religión, cosa tan natural, como natural es a las ideas de la mente y a los afec– tos del corazón revestirse del ruido de las palabras y la ma– terialidad de los actos. Anímese, mi querido amig:o. Con esta carta nos acerca– mos ya a las puertas del templo, símbolo de la Religión, don– de Dios y el hombre, que nunca debieran haberse separado, vuelven a unirse, y donde tantos hijos pródigos, como Vd., han vuelto a encontrar la luz que habían apagado y la paz que habían perdido. Unos pasos más y podrá Vd. contemplar la visión que cantó M. del Palacio: «En la inás cercana cumbre alza un templo sus arcadas, en cuyas humildes gradas se postra la muchedumbre. Hasta muy pronto se despide su affmo. amigo y s. s.
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