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CARTA PRIMERA Las causas de un naufragio UY señor mío y desde ya querido amigo: La claridad con que me escribe, esa claridad que, según se ha dicho, es la buena fe de los filósofos, me ha predis– puesto desde el primer momento en su favor, y buena prueba de ello es, que apenas recibida la suya, aquí me tiene lanza en ristre, dispuesto como el buen Quijano a «desfacer en– tuertos y defender doncellas»; que entuerto es y no peque• ño el que sufre su espíritu y ofensa grande la que llora su al– ma. Por esto comprenderá que me decido a entablar esa co– rrespondencia que me pide «con un náufrago, más., aún, con un cadáver, que flota en el mar de las ideas r,eligiosas,» como V. mismo se llama. Y ¿cómo no había de aceptar, si mi única aspiración es el lema « Verdad y Caridad», llevar luz a las almas que viven en las tinieblas y paz a los corazones que sufren? Claro que me espanta el pensar en la responsabilidad que con ello contraigo, máxime cuando poniendo en mí su última esperanza, me dirige aquellas palabras, que Dante dirigió a Vírgilio: «Tu Daca, tuSignore e tu Maestro.» No, mi querido amigo, .el conductor, el amo y el maestro de mis escritos va a ser otro a quien Vd. ha olvidado y yo venero. Y ante todo, voy a disipar los temores que en su carta me expone. Dice que teme encontrar en mí el -1:dogmatismo y.la intransigencia Inquisitorial con que la Iglesia pretende esclavizar el pensatµiento.» Qué poco nos conocen Vds, mi querido amigo y cómo se tragan .Vds. con los ojos cerrados

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